Ángeles y demonios

Marco Pedron

I Domenica di Quaresima (Anno B) (1 marzo 2009)

Estamos al principio del evangelio de Marco, después de la bajada del Espíritu Santo sobre Jesús (1, 10) durante su bautismo. Jesús acababa de vivir la experiencia de la proximidad de Dios, de su presencia, del sentirse amado, acogido y querido incondicionalmente por èl.

Pero, ahora, Jesús hace una nueva experiencia: pasa cuarenta días en el desierto.

Cuarenta, de donde viene la palabra cuaresma (40 días), es un número simbólico. 40 son los días que Moisés pasa en el monte Sinaí; 40 son los días de camino de Elia; 40 sono los años del pueblo hebreo en el desierto; a 40 años Maometto empezó su misión; a 40 años Buddha llegó a ser iluminado; a 40 años Moisés deja el palacio del faraón y huye en el desierto.

Muy a menudo, hacia los 40 años, nuestra vida cambia porque la primera parte se ha ido: estamos casados, los hijos crecen, el trabajo es estable, la belleza comienza a marchitarse, nos enteramos de que muchos ideales eran sólo ilusiones. La vida nos llama a construir otras cosas. Del exterior (casa, hijos, trabajo) se pasa al interior: ¿qué sentido tiene la vida? ¿Porqué vivo? La vida nos llama a profundizar nuestra existencia.

40 es el número de lo humano (4 son los puntos cardinales, 4 los elementos del mundo de la antigüedad), es el número de la transición, del pasaje, del crecimiento, de las decisiones.

Durante la cuaresma me llaman a crecer, a hacer un paso y un pasaje (Pascua significa pasaje), a pararme y ponerme preguntas profundas: “¿en qué tengo que crecer? ¿En que necesito que madurar? ¿Qué tengo que dejar?”. La cuaresma es el tiempo en el que se deja una tierra (el Egipto), tierra de esclavitud para ir hacia una tierra de libertad (tierra prometida). Y para llegar allí es necesario pasar por el desierto.

Todos los evangelios concuerdan diciendo que después del bautismo mandaron a Jesús al desierto para enfrentarse con Satàn y los demonios. En los evangelios es claro que la experiencia del desierto y del enfrentamiento con los propios demonios es imprescindible.

Al principio de la historia también Adàn (que representa el ser humano, hombre o mujer) llega delante de su desierto. El serpiente (nahasc n-h-sc) conduce (n) hacia el núcleo (sc) pero encuentra una barrera en su camino. Se dice que el serpiente es “astuto” (‘arom) pero la misma palabra usada unos versículos antes, referida a Adàn y Eva, es traducida con “desnudos”.

El serpiente, la tentación, no es nada màs que estar desnudos delante de si mismos; no es nada màs que vernos como somos; no es nada màs que afrontar las barreras, los obstàculos, las montañas para llegar a ser caminantes en la vida; obstàculos que nos hacen evolver y crecer en el camino hacia nosotros. O sea: es inevitable encontrar el desierto; en nuestra vida es inevitable encontrar algo que no querriamos encontrar; es inevitable bajar dentro de nosotros y econtrar todos nuestros fantasmas.

Mientras que nosotros intentamos evitar las crisis, lo que Dios quiere es que las encontramos y las vivimos porque luego salimos màs fuertes. Porque detràs de cada crisis està Él que nos habla.

Por eso el desierto es una experiencia que no podemos evitar. El èxodo de los hebreos es la grande experiencia que todos nosotros tendríamos que vivir en diferentes momentos de nuestra vida. Vivo cosas (los hebreos habían ido a Egipto porque allí encontraban comida y trabajo), estoy bien, todo funciona, pero luego las cosas cambian, el mecanismo se rompe, la relación se rompe. Me piden màs; empiezo a sofocar; lo que antes me parecía bueno, ahora no lo quiero màs. Emergen nuevas exigencias; nuevos aspectos del caràcter tocan a la puerta; hay nuevas situaciones y desafíos.

Entonces es como estar en el desierto: 1. hay que cambiar, 2. no se sabe lo que nos espera, 3. hay que dejar algo, 4. no se puede que confiar en si mismos y en Dios.

Cada hombre tiene que ir hacia su tierra prometida, hacia si mismo, hacia su profundidad y hacia Dios. Pero en el camino encuentra su desierto: barreras y obstàculos: esa es la crisis.

Eso nos pone en crisis porque la vida nos llama a evolvernos y a cambiar. ¡Es normal! El aspecto negativo de la crisis es que siempre es un momento de dolor, de cambio porque choca con nuestra resistencia. También nosotros como los hebreos a menudo decimos: “ya està, me paro aquí. ¿Para qué me meto en líos?”.

El aspecto positivo de la crisis es que se cambia, que se llega a ser màs profundos, màs verdaderos, màs transparentes, màs inmersos en el mistero de la vida, màs capaces de amar, màs libres. Cada crisis nos fuerza a hacer salir energia, determinación, gana de vivir, nuevos recursos.

Delante de una crisis y de un desierto podemos hacer como los niños cuando nace un hermanito y tener celos y enfadarnos. O bien podemos decirnos: “¡vamos a ver a lo que nos llama la vida!”.

Antes de que naciera un hijo la atención estaba dirigida a la pareja. Pero ahora hay otra persona que llama muchas de nuestras atenciones. Es una crisis: se tiene que volver a encontrar las motivaciones por las que estar juntos. Pero una crisis nos permite hacer màs profunda nuestra relación y màs intenso nuestro amor. Una crisis no considerada, por el contrario, destroza la relación.

Un hombre, después de veinte años, pierde su trabajo: crisis. Él se siente un fracasado, se pregunta qué sentido tiene la vida. Había puesto todo el esfuerzo en el trabajo, le parecía ser valido porque ganaba mucho y porque podía garantizar a sus hijos una condición económica bastante alta; ahora tiene que entender que lo importante no es sólo ganar; que un hombre no vale por lo que posee sino por lo que es.

Una mujer pierde a su madre. Su madre era su amiga y su confidente: crisis. Pero descubre que la relación con su madre había cubierto la que tenía con su marido; descubre que no es autónoma y que se había apoyado demasiado en ella; descubre que tiene que crecer.

Una pareja està en crisis: tienen el trabajo, una buena familia y buenos hijos. Pero estàn insatisfechos, nerviosos. Atravesando su desierto descubren que con el tiempo se han alejado, que se han perdido y que necesitan ayuda para volver a encontrarse.

Un hombre se ha cansado de ir a la iglesia. Siente un Dios formal, que no le da nada: crisis. Así se pone a buscar, deja el Dios del catecismo para encontrar una relación personal con Dios, para sentirlo presente en su vida.

Un hombre tiene cuarenta años, los hijos son grandes, tiene un trabajo, la relación con la mujer funciona. Pero hay una crisis. Y se pregunta: “¿que hago yo de mi vida? ¿Por qué vivo? ¿Qué sentido tiene la vida?”. Es una crisis de motivaciones, para buscar una sentido para vivir.

Una mujer tiene cuarenta y tres años y se da cuenta de que no es màs atrayente como antes: las arrugas, las primeras señales del tiempo que pasa: crisis. Tiene que encontrar razones màs fuertes, màs profundas para vivir.

Un hombre se entera de haber vivido detràs de una màscara: quien lo vee diría que està contento y feliz. Pero dentro tiene sufrimiento, heridas, llanto. Siente que el palco no es màs sostenible: crisis.

Una mujer se lleva los traumas de una violencia: nunca habló de eso con nadie pero ahora los hombres las terrorizan. Sabe que tendría que hablar con alguien pero tiene miedo.

Dios dice al pueblo hebreo: “te he llevado hacia el desierto para ver lo que tenías en tu corazón”. El desierto me enseña lo que tengo dentro, me quita todas las ilusiones y me despoja.

Tentación quiere decir: “mira, ¡eso es lo que tienes en el corazón!”. Significa ponerse a prueba no para ver si somos buenos o malos, sino para ver lo que tenemos dentro, para ser transparentes y claros.

El desierto es así, es cruel porque te enseña lo que eres. Es como estar delante de un espejo: “¡eso eres tu! ¡Mirate! ¡No te escondas!”. Por eso lo evitaríamos. Por eso es peligroso.

El desierto serà siempre el lugar de los demonios y de todas las voces diabólicas que tenemos dentro. Hay una mujer que cada noche, soñando, grita. ¿Qué voces tendrà dentro de si misma? Otra mujer, cada vez que se para, llora por la muerte del hijo de quince años. Un hombre, cada vez que piensa, se siente culpable por haber traicionado a la mujer amada. Voces diabólicas son por ejemplo: “bastardo, tu no eres mi hijo (voz de un padre); te lo tienes merecido; podías escucharme; no vales nada; eres un fracasado; ¿quién podrà perdonarte?; si los otros lo supieran; mira, ¿qué has hecho?; no eres capaz de amar; siempre eres el sólito; eres un incapaz; nunca realizaràs nada; ¿quién puede amar uno como tú?; no te esperàbamos; eres como tu padre; preferiría un hijo minusvàlido que cura. Y ¿quién quiere escuchar voces como èstas? Es mejor aturdirlas con un fracaso, con palabras y ruido.

También Jesús tuve que enfrentarse con algo terrible, diabólico y malo.

No se pude hacer ningún viaje crisitano (las tentaciones, en todos los evangelios, preceden la vida pública de Jesús), evangélico o humano sin esta terrible confrontación.

Ninguno de nosotros tiene problemas sexuales, ¡claro!, nadie necesita enfrentarse y conocer esa esfera. Entonces es incomprensible por qué la pornografía es tan difundida. Algunas personas no saben hablar que de sexo. ¿Qué pensamos cuando vemos algunas mujeres tan atrayentes? ¿No salen nuestros instintos animales?

Nadie tiene sentimientos de odio, ¡claro!, entonces son incomprensibles la rabia y la brutalidad con las que se atacan a las personas que fallan. Es incomprensible qué pasa en los estadios (son nuestros hijos: los hemos educado, han venido a nuestras escuelas, han ido a nuestras iglesias).

Son incomprensibles los amantes que se matan; es incompresible la frase que se dice muy a menudo: “te la haré pagar cara”. Mirad cómo estamos al trabajo o por las callas. Mirad cómo atacamos a las personas sin piedad: ¿no somos bestias?

Nadie tiene dificultad al expresar sus emociones, ¡claro!, todos nos conocemos y somos dueños de nosotros mismos. No necesitamos la ayuda de nadie. Entonces es incomprensible porqué ¼ de la gente sufra de de-presión (el contrario es la ex-presión) y porqué 1/5 tenga trastornos somàticos; es incomprensible la insatisfacción de la gente: “¡todo me da asco en la vida!”.

Nadie es ipócrita, ¡claro!, pero no se entiende porqué reímos de nuestros enemigos; somos felices que el otro falle. No atacamos a nadie pero estamos felices si alguien lo hace.

El miércoles pasado nos han puesto la ceniza en la cabeza: no ha sido un juego sino un baño de humildad. Tengo que reconocer lo malo que vive también en mí y no sólo en los otros.

Hay una poesía maravillosa: “miro la Luna y veo la parte iluminada. Pero sé que esconde la parte oscura. Por eso pido al sol que ilumine también la otra parte. Miro la Luna y veo la parte oscura. Pero sé que la parte iluminada està en la sombra. Por eso me digo que cada Luna iluminada tiene una Luna oscura”.

Después de este encuentro intenso, terrible, con los fantasmas y los demonios interiores, Jesús ha adquirido toda la fuerza para ir. Desde aquí nadie podrà pararlo.

De hecho, en el desierto, Jesús no encuentró sólo a los demonios sino también a los àngeles (que lo servían). O sea: después de haberlos comprendido, conocido y domesticado, los mismos terribles demonios han llegado a ser àngeles, fuerzas amigas y constructivas a favor del hombre.

La potencia de un hombre està dentro de èl, y llega a ser buena después de que èl habrà transformado el potencial negativo en fuerza, energia, pasión.

Mi valor no depende de lo que los otros piensan de mi (pueden cambiar opinión), ni de lo que conquisto (puedo perderlo), sino de mi capacidad de enfrentarme a lo que tengo dentro y de aprender a conocerlo, sin miedo, descubriendo que mis demonios son también mis àngeles: lo de que huyo es también lo que necesito.

Hace años encontramos un gatito que alguien había dejado en la carretera. En principio se acercaba sólo para comer y luego se iba lejos de todos. Cogerlo era imposible. Pero a su vez se dejó tocar y acariciar hasta que no llegó a ser un habitual huésped de nuestra casa. Aquel felino no era màs peligroso sino un buen compañero para la familia.

Nada de lo que està dentro de nosotros es peligroso si lo conocemos y domesticamos. También lo que parece destructivo, peligroso o maligno puede transformarse y llegar a ser un àngel, una fuerza, una luz, una sensibilidad, un espacio de amor. Rielke: “tengo miedo porque si mis demonios me dejaràn, se iràn también mis àngeles”. Pascal: “el hombre no es ni àngel ni bruto, pero la desgracia hace que quien quiere ser àngel sea bruto”.

Es justo después de la terrible experiencia en el desierto que Jesús llega a ser consciente de su propia fuerza. ¿Por qué? Porque es convivir con el sufrimiento que te hace crecer y llegar a ser màs fuerte y potente.

Las experiencias agradables hacen la vida maravillosa pero son la experiencias dolorosas que hacen crecer, transformar y cambiar. Encontrar nuestros demonios nos hace màs fuertes y nos ayuda a encontrar nuestros àngeles.

La gente està convencida de tener dentro de ella sólo demonios, dificultades, problemas y confusión. Pocas personas creen en si mismas: y eso se comprende porque pocos estàn convencidos de tener una gran misión, pocos creen que su vida es significativa para el mundo, pocos creen de tener una tarea específica en esa vida. La gente, generalmente, “va pasando”.

Pero dentro de ti tienes a Dios, no lo olvides. Él siempre està contigo. ¡Descubre tu valor!

Tú tienes dos manos con las que puedes acariciar, abrazar, construir, trabajar, crear, pintar, tocar, jugar, mecer, escalar, escribir, unirte a quien amas. ¿Te das cuenta de lo que puedes hacer? ¿Te das cuenta del valor de tus manos?

Tú tienes dos ojos con los que puedes mirar el sol, la luna, las estrellas, el mar, el cielo, el vuelo de los pàjaros, la neve que cae en copos, la sonrisa de tu hijo, el llanto de conmoción de tu mujer, la luz en los ojos de la gente.

Tú tienes dos orejas y puedes sentir la voz de quien te ama y te musita: “cariño, mi amor”, el llanto de tu hijo que te llama y te quiere, la voz temblorosa de quien tiene miedo, el canto de los pàjaros, el sonido de las olas del mar, el murmullo del viento, la respiración de tu mujer que duerme a tu lado, el grito de quien sufre, las voces felices de los niños, la pasión de quien habla. ¿Te das cuenta de lo que puedes sentir? ¿Te das cuenta de lo que puedes vivir?

Tú tienes un cuerpo que puede sentir el agua, el viento y la lluvia; puedes sentir la paz y la unión después del amor, puedes sentir un hijo que crece en ti, puedes sentir el amor pulsar, el corazón latir y el respiro salir y entrar en ti.

Tú tienes un corazón y con èl puedes decir: “te quiero. Sabes que eres importante para mi. ¡Sabes que te amo! Estaré contigo en tus momentos difíciles. No te preocupes, nunca me iré”. Tú puedes acariciar, abrazar, besar y expresar el amor que tienes en ti. Tu puedes hacerlo.

Tú tienes un alma que puede estar en contacto con Dios, que puede entender que todo tiene un sentido, que puede luchar por grandes valores e ideales, que puede cambiar ciertos destinos, que puede ser feliz y vivir libre e iluminada.

Pero ¿te das cuenta de lo que puedes vivir? ¿Es difícil todo eso? Sí es así. Jesús ha vivido todo eso sólo después de haber pasado el desierto y los demonios.

¡Pero mira lo que ha vivido! ¿No merece la pena ser purificados en el desierto para poder vivir todo eso? ¿Porqué tener miedo de cuarenta días de desierto cuando se puede vivir una vida así? Nunca te olvides que tu eres Su Hijo: tienes un valor enorme y los àngeles viven en ti mismo.

Los àngeles estàn dentro de ti; eres rico, puedes vivir cosas intensas, grandes, enormes. No te olvides de quien eres. No hagas como los hebreos que se habían acostumbrado a la esclavitud. No te olvides de tu origen; no pierdas la memoria de tu dignidad.

El evangelio se cierra con Jesús que, en cuanto sale del desierto, va a Galilea; predica y habla del reino de Dios y envita a todos a cambiar vida, a convertirse y creer en el evangelio. Jesús es consciente del enomer poder que tiene. Lo utiliza para el bien y para el reino de Dios.

Cuando un hombre conoce sus problemas conoce el poder del bien y del mal que tiene en si mismo. Hasta que no nos conocemos no somos concientes de tener un poder tan grande. Pero no es así: para el hombre es fundamental conocer, comer los frutos del àrbol del conocimiento del bien y del mal (Gen 2, 16). Porque el hombre tiene que conocer el poder que tiene en si mismo; poder de vida y de muerte; poder de herir y de curar. Tú tienes un poder enorme y tienes que ser consciente de eso; date cuenta de lo que puedes hacer para el bien y para la humanidad;.

Un colega se jacta con el jefe: elige si perdonarlo o si quedar irritado.

Has comprado un traje nuevo que se encastra en la puerta: elige si reir o llorar.

Tu hijo saca una mala nota: elige si animarlo o reprocharlo.

Tienes que hacer un cambio importante y fatigoso en tu vida: elige si hacerlo o si procrastinar.

Tu mujer te ha ofendido: elige si hacer el primer paso o si seguir con la guerra.

Sientes que tienes riquezas en ti: elige si creer en ti mismo o si renunciar a todo.

Eres capaz de hablar: elige si poner en evidencia lo positivo o lo negativo de algo, elige si poner en luz el bien o el mal de las personas, elige si hablar para construir o para destruir.

Puedes decidir si apagar la televisión o no, si protestar contra una injusticia o no, si tomar partido o no, si empeñarte o no.

Amar es un poder. Odiar es un poder. Intervenir es un poder. Callar también. Conocerse es un poder. Cambiar es un poder. Dejarse ayudar es un poder.

¡No puedes evadir tu poder!

Sólo puedes elegir si usarlo para el bien o para el mal, para la vida o para la muerte.

No puedes evadir tu poder: sólo puedes elegir como utilizarlo.

Pensamiento para la semana

Quien quiere conocer la derecha tiene que conocer la izquierda;

quien quiere saber qué es lo alto tiene que saber que es lo bajo;

quien quiere conocer qué es el masculino tiene que conocer qué es el femenino;

quien quiere saber qué es lo bueno tiene que saber qué es lo malo;

quien quiere conocer a sus àngeles tiene que encontrar también a sus demonios.

Traduzione di Francesca Casarin