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TESTO Commento su Luca 1,26-38

Marco Pedron  

Immacolata Concezione della Beata Vergine Maria (08/12/2008)

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In quel tempo, 26l’angelo Gabriele fu mandato da Dio in una città della Galilea, chiamata Nàzaret, 27a una vergine, promessa sposa di un uomo della casa di Davide, di nome Giuseppe. La vergine si chiamava Maria. 28Entrando da lei, disse: «Rallégrati, piena di grazia: il Signore è con te».

29A queste parole ella fu molto turbata e si domandava che senso avesse un saluto come questo. 30L’angelo le disse: «Non temere, Maria, perché hai trovato grazia presso Dio. 31Ed ecco, concepirai un figlio, lo darai alla luce e lo chiamerai Gesù. 32Sarà grande e verrà chiamato Figlio dell’Altissimo; il Signore Dio gli darà il trono di Davide suo padre 33e regnerà per sempre sulla casa di Giacobbe e il suo regno non avrà fine».

34Allora Maria disse all’angelo: «Come avverrà questo, poiché non conosco uomo?». 35Le rispose l’angelo: «Lo Spirito Santo scenderà su di te e la potenza dell’Altissimo ti coprirà con la sua ombra. Perciò colui che nascerà sarà santo e sarà chiamato Figlio di Dio. 36Ed ecco, Elisabetta, tua parente, nella sua vecchiaia ha concepito anch’essa un figlio e questo è il sesto mese per lei, che era detta sterile: 37nulla è impossibile a Dio». 38Allora Maria disse: «Ecco la serva del Signore: avvenga per me secondo la tua parola». E l’angelo si allontanò da lei.

Decir que sí, vivir y luego descubrir el sentido.

El evangelio empieza y termina con la presencia de un àngel. Inicia con “en aquel tiempo el àngel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad”; y termina con “el àngel se retiró”. El àngel es la señal de Dios; representa el principio de un diàlogo que Dios quiere hacer con sus creaturas. Cuando aparece un àngel, Dios nos comunica “un imprevisto” que no habíamos considerado: es la irrupción de Dios en el hombre. Es como poner un río en un vaso de agua: parece imposible, pero no por Dios. Es como poner el cielo en el corazón del hombre: parece imposible, pero Dios puede hacerlo. Es como poner la confianza en el alma de un desesperado, de un deprimido, de un inseguro: se puede. Por eso, cuando aparece un àngel, quiere decir que lo que es imposible para el hombre, Dios puede realizarlo.

Una mujer tiene un hijo que sufre de leucemia: “no puedo màs. Me mato. No puedo ver a mi hijo en este estado”. Luego, una noche, la madre hace un sueño. Se encuentra delante de un río muy grande y ancho y tiene que pasarlo. Piensa entre sí: “¿cómo podré llegar a la otra ribera?”. La mujer sabe, en el sueño, que no puede nadar, pero empieza, y paso a paso, casi milagrosamente, se encuentra en la otra ribera. De la misma manera se enfrenta a la enfermedad de su hijo: “paso a paso”. Lo que parece imposible, insuperable, interminable, no es así si recurres a Dios.

Cuando Moisés tuvo que ir al faraón, dijo a Dios: “¿dónde quieres que vaya? ¿Al faraón? ¿Pero quién soy yo por hacerlo? Ademàs soy tartamudo, no sé hablar”. Y Dios le contestó: “yo estaré contigo”.

Cuando Madre Teresa, fuera de su convento donde se educaban a los nobles ingleses, vio la desesperación en la ciudad de Calcutta, el desaliento se apoderó de ella: “¡aquí no hay nada que se pueda hacer!”, dijo. Pués bien, aquella noche Jesús le apareció en un sueño y le dijo: “Teresa, yo estoy aquí. No te preocupes”.

Ver a un àngel es sentir una fuerza, una voz, que te dice: “yo estoy aquí. Tu no te preocupes”.

Cada vez que un àngel aparece (a María, a José, en el Antiguo Testamento) siempre dice: “no tengas miedo”. Si miras a lo que te espera, eso te espantarà. ¡No lo hagas! Confía en mí, sigue adelante y no te espante”. “Qualquier cosa te pase María”, dijo el àngel, “no tengas miedo. Yo estaré a tu lado”.

Hay una leyenda que cuenta que cuando María recibió el anuncio del àngel, ese le dijo: “María, no mires hacia atràs, no mires adelante, no mires abajo; mira arriba, hacia el Altísimo y confía en èl”. Es una leyenda preciosa. No te vuelvas atràs para añorar lo que era màs simple o màs fàcil. El pasado es pasado, dejalo allí. No mires adelante: si miras adelante no puedes ver nada màs que montañas, subidas, momentos obscuros, pasajes peligrosos y todo eso te espantarà. Si miras, piensas, o te preocupes de lo que te podría pasar o que te pasarà, es la fin, te paralizarías. Hoy haz lo que puedes hacer hoy, y mañana tendràs la fuerza para mañana. La fuerza de hoy no la tienes para mañana, esta la tendràs mañana. No mires abajo: no mires la altura, la peligrosidad de lo que estàs viviendo, el riesgo que corres. Ten la mirada fija hacia arriba, hacia Dios, confía en èl, ten confianza y todo irà mejor, mucho mejor.

Pensad en María, en esta mujer que tenía a un hombre, estaba a punto de casarse y de tener hijos. En Nazaret, se vivía bien. María nunca lamentó su decisión, ni su vida tranquila. María cojió su camino y no se volvió atràs: no tuvo confianza en sí misma, sino en Dios. El sentido común diría: “¿María estàs loca, qué piensas hacer?”. María no se fió de sí misma, ni del sentido común, ni de lo que todos harían o dirían. María se fió de Dios. Y Él no la desilusionó. Pensad si María hubiera empezado a mirar adelante, si hubiera imaginado o visto lo que le habría pasado: ridiculizada, humiliada por su hijo que se creía hijo de Dios. Y ademàs, aquel hijo solo, avergonzado, desdeñado por todos y muerto por la peor de las muertes, como los peores asesinos. ¿Si lo hubiera sabido, lo habría hecho? María no miró adelante. María confió en Dios: y mereció la pena. Pensad si María hubiera escuchado las palabras del àngel con el humano sentido común. “Hijo de Dios”: “¡es absurdo! Mi hijo ¿cómo podría ser hijo de Dios? ¿E yo su madre?”. “Su reíno no tendrà fin”: “pero si no somos nadie, ¿cómo podrà llegar a ser grande y a tener un reíno?”. Nacimiento virginal: “desde que el mundo es mundo, ¡nunca se han escuchado estas tonterías!”. Pero María no miró a la locura que estaba viviendo, a la locura que Dios le proponía. María tuvo confianza y a todo eso dijo: “sí”. Y fue la decisión màs grande y màs maravillosa de toda su vida.

Una mujer hizo este sueño: sueñó una casa en ruinas, estaba a punto de caerse a pedazos. Un hombre se le acercó y le dijo: “oye, tengo una empresa constructora. Si usted confía en mí, la derribamos y la reconstruimos”. La casa, para aquella mujer, era su vida. Es necesario tener mucho coraje para rehacerse una vida. Si tu miras a lo que tienes que pasar, al cansancio, al tiempo que necesitas, a la inversión económica y a la afectiva, no llegaràs en ningun sitio. Si te fijas en el riesgo que corres, o en las montañas que tienes que sobrepasar, te desanimas. Confía en el àngel: “yo estaré contigo”. Es necesario tener mucho coraje para cambiar vida, para darse cuenta de que hasta ahora se ha considerado valioso sólo lo que es vacuo, falso, ilusorio. Es necesario mucho coraje para cambiar una relación entre parejas. Es necesario mucho coraje para dejar el viejo Dios, para hacer nacer el nuevo. Si tu miras a todo lo que implica, no iràs en ningún sitio. “No mires adelante; no mires hacia atràs; no mires abajo. Mira arriba y confía en mí. Yo estaré contigo”.

Tú, sólo con tu fuerza, quedaràs atràs, por eso deja de creer que lograràs a pulso: “sólo necesito de mi empeño; con un poco de buena voluntad y de tiempo las cosas se arreglaràn; me empeñaré; cambiaré; las cosas seràn diferentes con el tiempo...”. ¡Cuantas mentiras! Las personas nunca cambian, porque siguen contando sólo consigo mismas. “¡Dejate ayudar!”. Dejate ayudar por alguien que pueda ayudarte en serio, y no te dejes espantar por el miedo de lo que podría pasar, por la fadiga o por el dolor. Con la fuerza de Dios, no te perdaràs. Y, qué casualidad, ‘Gabriel’ significa: “Fuerza de Dios, héroe de Dios”. Confía en alguien, en algún àngel y encomiendate a Dios. Para quien confía en Dios, el imposible llega a ser posible.

En la Biblia el arcàngel Gabriel siempre aparece en situaciones sin esperanza: Elisabetta es vieja y no puede tener hijos por su viejeza; María, dice el evangelio, no conocía a ningun hombre. Sin embargo, Gabriel, promite algo imposible. Lo que es imposible para mí, que me parece increíble, inalcanzable, no sé si lo podré vivir. Sólo sé que yo no puedo, pero Él tiene una fuerza mucho màs grande que yo, y tengo confianza. Dios nos hace alcanzar cosas “imposibles” que tampoco imaginàbamos que existieran.

Lo importante del brano es el “sí” de María: “Aquí estoy, soy la sierva del Señor, se cumpla en mí según tu Palabra”. Es un “sí” difícil, atormentado, que da miedo, que crea agitación e inquietud. ¿Por qué?

En la Palestina de hace veinte siglos, la ley religiosa coincidía con la civil y la penal. Había dos pecados graves y peligrosos: la idolatría (infidelidad a Dios) y el adulterio (infidelidad a la esposa o al marido). Quien se manchaba de estos pecados, era juzgado por los ancianos (generalmente corruptos) y, la mayoría de las veces, castigado con la muerte (lapidación). Pensad en aquella mujer, de la que hablaba el evangelio de Juan, que querrían lapidar; Jesús dijo: “Quien esté libre de pecado que tire la primera piedra” (Juan 8, 3-11). Por eso si había algo absurdo, contradictorio y peligroso que proponer a una joven mujer prometida era lo que el àngel Gabriel anunció a María. Ella había hecho los dos pecados màs graves para la ley de los hebreos: la infidelidad al marido (el adulterio): està embarazada sin estar casada; y la infidelidad a Dios: tiene la pretensión de que su hijo sea el hijo de Dios (idolatría). María según la ley es una herética, una mujer que se tiene que lapidar.

Seguramente es fàcil admirar a María, invocar sus elogios, cantar su virtud. Pero ¿nos demos cuenta de lo qué es su “sí”? Dios le pide vivir algo que es contrario al sentido cumún y que ademàs es para locos. Lo que Dios le propone es absurdo, inoportuno, peligroso, inmoral. Por toda la fe que una persona pueda tener, ¿cómo puede aceptar y tener confianza en algo así? Por toda la fe que una persona pueda tener, ¿cómo puede ver en esta propuesta la voz de Dios? Por toda la fe que una persona pueda tener, como puede no sentir rabia por algo tan absurdo? ¿Qué habrà sentido María delante de una propuesta así? ¿Cómo nos sentiríamos si Dios nos piediese vivir algo que todos rechazan y obstaculizan? Que todos consideran ¿“incorrecto, malo, perverso, loco? ¿Habéis considerado nunca la vida de los santos? ¿Qué decían de Francisco? ¿Qué decían de Bernadette de Lourdes? ¿Y de Juan de la Cruz o de Teresa de Ávila (fueron encarcelados e incluso torturados)?

Dios pide a los hombres cosas tan grandes, enormes, increíbles, que los otros las llaman “locuras, demencias”, mientras que Dios las llama “mi voluntad”. Para confiar en Dios se tiene que ser locos. Dios sabe que somos grandes: es que nosotros no lo sabemos, no lo creemos, y no confiamos en èl.

¿Qué habrà pensado María? “Soy una herética, estoy loca, o ¿es todo verdadero?”. Esos son dramas enormes. ¿Creer a los otros? o ¿creer a lo que se vive en el profundo del alma? Podéis entender ¿porqué los místicos, los santos tenían crisis tremendas, profundas, enormes? María tuvo que ir contra todos: quién sabe lo qué habràn pensado sus padres. Y la vergüenza del pueblo: embarazada antes de la boda. ¡Que deshonor! Y quién sabe si es José su marido. ¿Y José? ¿Cómo se puede explicar al propio marido algo así? Y saber que si sale algo de lo que està pasando (aquel niño, el hijo de Dios) los lapidarían... y luego las dudas de María, las que nunca confesó a nadie: “hay tantos locos, ¿podría serlo yo también?; y ¿quién me garantiza que tengo razón?; ¿y si me equivoco en todo?; no sería mejor, obedecer, hacer como todos lo hacen y ¿estar en orden?

Nosotros decimos: “en Navidad: nace Jesús”. Quizàs sería mejor no hacer demasiado misticismo y sacralización; es mejor ser consciente de lo que significa decir un “sí” a Dios y de lo que importa. María dice: “sí”: “confío en Ti, Señor; ¡Tu me defendaràs y me conduciràs!”. Querría que pensarais mucho en aquel “sí”, y que lo pensarais bien, profundamente, sin trivializar. Pensad bien en lo que hay detràs, en lo que hay dentro de aquel “sí”. Es tan fàcil admirar las virtudes de María, cantar elogios, pero pensad en la locura de aquella mujer. Y pensadlo durante todo el día y toda la noche porque, en aquel “sí”, un mistero escondido se revelarà: todo lo que sucede tiene un motivo, tal vez inconocido, pero tiene un motivo. Nada pasa por casualidad. Todo hace parte del grande proyecto.

Te ha pasado una cosa, bien, hay una razón. ¿No te lo explicas? No pasa nada, hay un motivo. Has encotrado a una persona. Tal vez ha sido un encuentro agradable o tal vez no. Te ha pasato un hecho? Hay una razón. ¿Te ha pasado un imprevisto? ¿Una enfermedad? ¿Una fortuna? ¿Una casualidad? ¿Una intuición? ¿Una delusión? ¿Una ruptura, una crisis, una dificultad? ¡Hay un motivo! Aceptalo y dile: “sí”.

Este es el sentido de cualquier cosa: decir “sí” a todo lo que nos pasa. María no sabía el sentido de las palabras del àngel. Las ha aceptadas, ha dado su asenso a aquellas palabras y luego las ha vividas. Sólo luego ha entendido el sentido y la profundidad que tenían. Es así para todos nosotros. Antes se tiene confianza, luego se vive, y sólo después se descubre que todo tenía un sentido.

¿Te sientes vacío e insatisfecho? Aceptalo. Hay un sentido, hay un motivo: vívelo. Descubriràs porque te has vaciado y encuentraràs algo valioso que no se tiene que perder nunca. ¿Hay un problema con una persona? Acepta ese problema. Hay un sentido, hay un motivo: vívelo y descubre qué tienes que aprender. ¿Tu hijo se hace de rogar en la escuela, durante el catecismo, en el deporte? Aceptalo. Hay un sentido, hay un motivo: vívelo. Tal vez descubriràs que eres tú èl que tiene que cambiar algo, y también èl cambiarà. ¿Sientes que tienes que afrontar algo desconocido? Aceptalo. Hay un motivo, hay un sentido: vívelo. Descubriràs que la vida te quiere llevar donde tú no querrías ir, pero la que tiene razón es ella. Una persona querida està a punto de dejarte. Acepta esa separación. Hay un sentido, hay un motivo, vívelo. Descubriràs que todo acaba en esta vida (y no lo habías imaginado nunca); descubriràs que se puede sentirse unidos también si se vive lejos (y nunca lo habrías dicho); descubriràs algo nuevo de tí (y sólo un hecho así podía permitirlo).

A cada cosa que te sucede, dile “sí”. “Amen” quiere decir “así sea”. Esto es lo que ha hecho María; esto es lo a que todos somos llamados. A cada cosa de la vida tenemos que decir “sí, amen, así sea”. No rechaze nada porque todo tiene un sentido. Y si lo viviremos, lo descubriremos. Y si viviremos la muerte descubriremos su significado (¿hacernos llegar a Dios?). Si viviremos cada cosa descubriremos su sentido.

El viejo eremita Sebastiano habitualmente rogaba en un pequeño santuario aislado en una colina. En èl se veneraba un crucifijo que había recibido el nombre de “Cristo de las gracias”. Llegaba gente de todo el país para impetrar gracias y ayudas. Un día, el viejo Sebastiano decidió pedir una gracia y, enrodillados delante de la imagen, rogó: “Señor, quiero sufrir contigo. Dejame coger tu sitio. Quiero estar en la cruz”. Permaneció en silencio con los ojos fijos en la cruz, esperando una respuesta. De repente el crucifijo movió sus labios y le dijo: “amigo mío, acepto tu deseo, pero a una condición: cualquier cosa pase, cualquier cosa veas, tienes que permanecer en silencio”. “Te lo promito, Señor”. Y así ocurrió el cambio. Ninguno de los fieles se Dio cuenta de que ahora había Sebastiano clavado en la cruz, mientras que el Señor había tomado el sitio del eremita. Los fieles seguían pasando, invocando gracias y Sebastiano, fiel a la promisa, se callaba. Un día llegó un ricón y, después de haber rogado, se olvidó, en el peldaño, su bolso lleno de monedas de oro. Sebastiano lo vio pero permaneció en silencio. Tampoco habló después de una hora, cuando llegó un pobre que, incrédulo, cogió el bolso y se fue. Tampoco abrió su boca cuando, delante de èl, se enrodilló un joven que pedía protección antes de emprender un largo viaje por mar. Pero no pudo resisitr cuando vio regresar, corriendo, el hombre rico que, creyendo que hubiera sido el joven a robarle el bolso, gritaba para llamar a las guardias para que lo encarcelaran. En ese momento se oyó un grito: “¡alto ahí!”. Sorprendidos, todoso miraron arriba y vieron que había sido el crucifijo. Sebastiano explicó como habían ido las cosas. El rico, entonces, corrió buscando al pobre. El joven se fue de prisa para no perder su viaje. Cuando en el santuario no quedó nadie, Cristo dijo a Sebastiano: “baja de la cruz. No estàs digno de ocupar mi sitio. No supiste callarte”. “Pero Señor”, protestó confundido Sebastiano, “¿tenía que permitir esa injusticia?. “Tu no sabes”, contestó el Señor, “que al rico convenía perder el bolso porque con aquel dinero estaba a punto de cometer una injusticia. El pobre, por el contrario, necesitaba ese dinero para no dejar morir sus diez hijos. Y el chico, si hubiera sido retenido por las guardias, habría perdido el embarque y se habría salvado la vida. Ahora su nave està a punto de irse a pique en alta mar.

En cualquier situación, di que sí y no te lamentes. Todo tiene un sentido.

Pensamiento para la semana

Lo que vale no es saber qué es la vida; lo importante es vivir.

Lo que vale no es saber quién es Dios; lo importante es ser inebriados por èl.

Lo que vale no es saber qué es el amor; lo que importa es amar.

Lo que vale no es saber cuàl es mi destino; lo importante es vivirlo.

Que nunca te pase que, mientras estàs intentando comprender la vida, esa pase.

 

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